Vaya por delante mi respuesta a esta pregunta: Yo, no. No siempre. Y no me siento nada orgulloso de ello.
Esta mañana, en una de mis incursiones en Twitter he visto que alguien compartía un artículo que por título y temática me parecía interesante. En ese momento, mi pulgar, cada vez más entrenado en ese movimiento, casi como si fuese algo innato a nuestra especie, se ha abalanzado sobre el botón de retweet y sin pensárselo dos veces lo ha presionado. En ese momento, justo en plena efervescencia del placer que siente uno cuando contribuye a lo que se supone es compartir conocimiento, zasca, cual coitus interruptus aparece un mensaje en pantalla que dice:
¿Quieres leer el artículo primero? Estás a punto de compartir un artículo que no abriste en Twitter.
Se me hace difícil describir con palabras el impacto que me ha producido ese mensaje. Por un lado, ha conseguido sonrojarme, ha sido como si me pillasen copiando en un examen, he sentido el peso de la acusación cuando eres culpable. Por otro lado, he sentido ganas de aplaudir, de llamar a unos cuantos friki-amigos para compartir ese momento. ¡Bien, Twitter, bien!. Qué necesaria era esta reflexión. La gente no hace más que compartir artículos, infografías, referencias que ni siquiera se han tomado el esfuerzo de leer. Qué alguien alce la voz y les invite a reflexionar sobre ello es una noticia excelente. Acto seguido, en pleno regocijo mental de satisfacción, he tenido que tomar una decisión: retwittear o no retwittear, ahí estaba la cuestión. Y no os negaré que me ha costado NO retwittear. Es en ese momento cuando te haces consciente de que “la gente”, eres tú también. Soy cómplice de aquello que critico.
Retwittear o no retwittear, ahí estaba la cuestión.
Sirva esta introducción para eliminar cualquier intento de autoridad moral que pueda derivarse de las líneas que vienen a continuación. No soy ejemplo de nada, en realidad soy parte del problema sobre el que reflexiono. Aún así, creo que es importante que pensemos sobre ello.
El nivel de información que se comparte y circula a través de las RRSS ha alcanzado unas dimensiones inabarcables para cualquier ser humano. Por muy bien dotado que esté nuestro intelecto, nunca alcanzaremos a leer todo lo que hay ahí fuera. A pesar de que es algo sencillo de comprender, a mi personalmente no hace más que generarme sentimientos negativos de frustración, de inferioridad, de no estar nunca a la altura. A pesar de que si pienso sobre ello, tengo claro que si yo no leo todo lo que comparto, el 90% de las personas que comparten información seguramente tampoco lo haga, no es suficiente para aliviar esa carga emocional que me acompaña después de un ratito navegando por la red. Entiendo las ansias por tener “me gusta”, las ganas de notoriedad, incluso estoy seguro de que la mayoría de las veces sólo hay detrás la buena intención de compartir. Sin embargo, no puedo evitar hacerme esta pregunta: ¿nos hacemos bien con este tipo de comportamientos? Hay quien me dirá, yo es que hago retweet con la intención de leerlo más adelante. Sí, yo también me digo eso a mí mismo y tengo la sensación de tener una especie de Síndrome de Diógenes de la información acumulando lecturas y lecturas en carpetas de “artículos pendientes de leer”.
Hoy en día, es fácil construirse una imagen de experto en un campo determinado, pero ¿qué cimientos sostienen esa imagen?. No obstante, si alguna vez habéis intentado realmente profundizar en un tema concreto, estoy seguro de que compartiréis conmigo la impresión de que hacer una infografía no te convierte en experto; de que compartir cuatro artículos que probablemente no has leído, no te convierte en experto; compartir un artículo que sí has leído, pero deprisa y corriendo y por encima, no te convierte en experto; de que tener un título, no te convierte en experto. En experto, te convierte la experiencia, y por experiencia entiendo la profundidad, el estudio pausado, calmado, reflexivo, la puesta en práctica de lo que crees haber aprendido, el fracaso, el volver a levantarte, la confrontación de tus ideas.
Así que, bien Twitter, bien. Al menos a mí me has ayudado a tomarme un ratito para reflexionar sobre mis propias conductas y motivaciones. Espero que compartirlas con vosotros nos sirva a todos para seguir creciendo como profesionales y sobre todo como personas.