No recuerdo con precisión el día exacto que por primera vez me encontré navegando por la red con el blog de Arturo Goicoechea. Sí recuerdo la época de mi vida y el lugar en el que estaba. Corría el año 2010 y estaba en mi consulta de fisioterapia en Bilbao (sí, siempre he sido un nómada…). Recuerdo empezar a leer aquellas entradas escritas con un estilo peculiar, que enganchaba, pero sobre todo que me cuestionaba. Recuerdo cómo aquellas ideas me parecían muy sensatas, pero a la vez daban al traste con muchas de las creencias con las que había construido mi identidad profesional hasta ese momento. Hasta tal punto confrontaba mis creencias, que a pesar de la sensatez y el sentido común que desprendían sus reflexiones, tuve que dejar de leerlo. Tambaleaban mis cimientos y me sentía cuestionado con lo que iba a hacer el resto del día en consulta. Opté por una solución que en aquel momento de mi vida me resultaba más adaptativa: obviar esa información y continuar con mis creencias. Claramente, no estaba preparado para el cambio.
Sin embargo, cuando una idea irrumpe en tu conciencia, deja una huella difícil de borrar. Ya no eres la misma persona que eras antes de dejar entrar esa idea. No obstante, los procesos evolutivos en ocasiones son lentos y necesitan sus tiempos de maduración. Yo necesitaba llenar mi cabeza de conocimientos y experiencias a otros niveles antes de estar preparado para comprender lo que Arturo proponía.
Años después, las corrientes que hablaban de la importancia de la pedagogía del dolor habían despertado un interés cada vez mayor, y ya estaban en boca de todos términos o frases como sensibilización central, el dolor está en el cerebro o la pedagogía del dolor.
Empecé a leer con entusiasmo libros y artículos que hablaban de estos aspectos, pero una cosa era entender los procesos neurofisiológicos, y otra cosa bien distinta era llevar ese conocimiento a la práctica del día a día en consulta. ¿Tenían que convertirse los pacientes en expertos en neurofisiología del dolor? ¿Era suficiente con que un paciente entendiese conceptos como la sensibilización central para aliviar su dolor? La respuesta corta es no. No era necesario y no era suficiente. Me faltaba algo. Los conceptos de neurofisiología me parecían claros y los comprendía, pero faltaba algo. Tiempo después he entendido que uno de los problemas era que habíamos cambiado las viejas etiquetas de diagnósticos tisulares por una etiqueta que parecía más moderna, pero que seguía suponiendo que había algo patológico. Ahora les decíamos a los pacientes, tienes sensibilización central. Esa era la nueva etiqueta, pero a fin de cuentas no cambiaba demasiado el escenario.
Curso Dolor y Movimiento. Barcelona, febrero 2020
Cuando retomé las lecturas del blog de Arturo y alguno de sus libros, pensé que iba a encontrar más de lo mismo y, sin embargo, empecé a darme cuenta de que Arturo había ido un paso más allá. No era una cuestión de periferia o central, no era una cuestión de cerebro o tejidos, era una cuestión de organismo. ¡Había que entender cómo funciona el organismo! Fue entonces cuando decidí contactar con él para invitarle junto al equipo formado por Maite Goicoechea y María Jiménez a impartir su formación de Dolor y Movimiento en Santander y en Barcelona.
Esa invitación supuso sin duda uno de esos momentos que marcan un punto de inflexión en tu comprensión de las cosas. La idea de organismo y error evaluativo que defiende Arturo, así como su vasto conocimiento sobre aspectos relacionados con la conciencia y la percepción desde un punto de vista biológico, aporta una claridad meridiana para comprender el fenómeno del dolor, y no sólo el dolor. Los intensos debates que he podido mantener con él en esas cenas que siguen a toda formación que se precie, han sido de los momentos de mayor disfrute intelectual que he podido compartir a nivel profesional. Biología, cultura, filosofía, conciencia, percepción… gracias, Arturo. Estoy convencido de que algún día se te reconocerá el tremendo aporte que has hecho recopilando todas las piezas del puzzle de la biología para ayudarnos a entender mejor el funcionamiento de este organismo en sociedad. Espero poder seguir compartiendo muchas horas de charlas apasionadas contigo y el maravilloso equipo humano que te acompaña.
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Hola Carlos,
Preciosa entrada, muchísimas gracias! Llevo viendo a Arturo toda mi vida leer (o más bien, devorar) libros de todas las disciplinas: matemáticas, filosofía, informática, histología, biología, física, bioquímica… e incluso alguno de medicina! Cuando afirma algo es porque realmente se lo ha mirado bien, y he aprendido a callarme la boca antes de rebatirle nada jajaja. Creo que si pudiera volver a elegir, haría exactamente lo que estoy haciendo ahora, ser fisioterapeuta. Vivo esta profesión con absoluta plenitud gracias a él. Gracias aitá por todas esas horas de debate, por tu perseverancia, por tu paciencia, por tu sabiduría, por tu sentido del humor, por tu energía. Gracias por transmitirme que el paciente es lo primero. Gracias por enseñarme a ser crítica, gracias por enseñarme a decir «no sé».
Y gracias a ti, Carlos, por ser como eres, es una gozada dar cursos contigo. Es muy enriquecedor y gratificante. Un abrazo muy fuerte maquinón!
Maite Goicoechea